
Mi opinión sobre Cinema Paradiso
Tras anunciarle la muerte de su buen amigo Alfredo (Philippe Noiret), Salvatore (Jacques Perrin) empieza a rememorar su infancia en Sicilia y su amistad con ese hombre que proyectaba las películas en el cine del pueblo y por el que se convirtió en el hombre que es ahora.
Esta es la historia de una amistad, pero es más que eso. Aunque el argumento principal sea este, Cinema Paradiso esconde mucho más detrás. Es la historia de un pueblo, de su gente, vista desde un pequeño cine que Alfredo y Totó (Salvatore Cascio), como llaman al protagonista de pequeño, miman con esmero.
Curiosamente, casi podemos decir que son dos observadores que saben lo que ocurre abajo pero no se involucran, dedicándose sólo a proyectar las películas.
Del final, simplemente decir que me ha enamorado. De esos que puedes ver una y mil veces y no te cansas y que, sin ser lacrimógeno, consigue que la película termine con un sabor agridulce, una mezcla de tristeza y ternura. Sin duda, uno de los mejores finales de cine podemos encontrarlo en Cinema Paradiso.
A todo esto se junta una banda sonora magnífica compuesta por Ennio Morricone que está ahí en los momentos más oportunos. Es más, creo que principalmente el final consigue llegar tanto precisamente por eso, por esa música con toque añejo, que sabe a añoranza, a recuerdo.
Las actuaciones también van acordes con el tono de la película. De todos, los mejores son Salvatore Cascio y Philippe Noiret. La infancia es, en mi opinión, la mejor parte, y en gran parte se debe a la unión de ambos.
Después de todo esto simplemente tengo que decir una cosa: si no has visto Cinema Paradiso, ¿a qué esperas? Es magia, mimo y dulzura. Es la máxima representación de lo que es el cine en sí. Hay que dejarse llevar por ella, hay que disfrutarla y dejarse arropar por la magia plasmada en ese pequeño cine que proyectaba películas en un pequeño pueblo de Sicilia.