Kubo y las dos cuerdas mágicas

Cartel de Kubo y las dos cuerdas mágicas
  
Hay gente que suele odiar las críticas en las que el autor cuenta más de él mismo que de la propia película. Yo estoy entre ese grupo de personas, por lo que me duele más que a nadie tener que hacer esta puntualización.
 
Adoro la cultura japonesa. Comencemos con la crítica.

Crítica sobre Kubo y las dos cuerdas mágicas

 

Por qué ver Kubo y las dos cuerdas mágicas
 
 
Kubo y las dos cuerdas mágicas comienza con una narración, pero no es una película narrada. Eso ya de por sí es algo que nos va a llamar la atención. Lo segundo es que dicha narración no se adapta, por así decirlo, a los acontecimientos que están teniendo lugar en pantalla.
 

Una mujer asiática cruza el mar a bordo de una barca bajo una gran tormenta y, cuando viene una monstruosa ola, la rompe con un simple instrumento de cuerda. Sin embargo, poco después cae de la barca y se golpea la cabeza con una roca. Cuando vemos la orilla a la que llega, podemos ver a la mujer acercándose a un bulto que esconde un niño tuerto.

Pues bien, ahora sí, este es Kubo, nuestro protagonista. Y no es un protagonista del que te vayas a cansar.

Cuando Kubo crece, para ganar dinero y cuidar de su madre (que se encuentra ausente y presente, variando según el momento, debido al golpe en la roca al principio de la historia), Kubo toca su inseparable instrumento con el que fabrica y maneja figuras de origami, es decir, papiroflexia, y las mueve a su antojo, relatando las aventuras que su madre le cuenta por las noches, en sus momentos de lucidez. Su madre le advierte también que no debe quedarse más tarde del anochecer fuera de la cueva en la que ambos viven, pero Kubo se queda para intentar hablar con Hanso, su padre, en la Ceremonia de los Faroles Flotantes durante el Obon (según la tradición japonesa, es la semana en la que los seres queridos fallecidos visitan a la familia).

Aquí es dónde la rutina de Kubo se rompe, y tenemos la serie de sucesos que llevarán a su viaje y a su aventura.

 

Escena de Kubo y las dos cuerdas mágicas

 

Visualmente, esta producción animada es un regalo. No porque la animación destaque especialmente como hemos visto en otras películas del género, sino por el dinamismo y la combinación de elementos como son la música (una banda sonora excelente y tradicional japonesa), unida a detalles mostrados en el momento indicado, como son un giro de parasoles o el constante movimiento de las figuras de origami que el protagonista produce. Esta unión de elementos consigue crear un ambiente mágico y te introduce algo más en la trama, que se mueve y de la que no te vas a aburrir, tengas la edad que tengas.

Los personajes y la relación que se crea entre ellos, ya que hablamos de un samurai escarabajo y una mona blanca además del mismo protagonista, no es forzada. Puedes ver cómo evoluciona y se forja a lo largo de la película, dándole importancia al valor de la familia. Si el desarrollo de estas relaciones te parece algo rápido o forzado (hay por supuesto opiniones para todo), no te preocupes, la película también deja cubierto este aspecto de los personajes y el motivo.

¿Qué diga algo malo sobre la película?

Podría decirlo, pero tendría que hablar del final y, por mucho que a algunos les guste abrir el regalo antes del día de reyes, os voy a tener que recomendar que vayáis a verla.

Un buen spoiler si que os voy a hacer: puede que os de un vuelco al corazón cuando oigáis “While My Guitar Gently Weeps” de Los Beatles en los títulos finales, con la versión de la película.

En fin, espero que la disfrutéis tanto como yo, y la canción os quite el sabor agridulce que a mí me dejó el final.
 
 
Crítica realizada por Charo Galera
 

¿Has visto Kubo y las dos cuerdas mágicas?

4.5/5
Imagen de Isabel Robleda
Isabel Robleda

Un comentario sobre “Kubo y las dos cuerdas mágicas”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.